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Depresión en la tercera edad

08/04/2021

Ha pasado ya más de un año del comienzo de la pandemia por covid-19, y se han puesto de manifiesto aún más las desigualdades en cuanto al acceso a los servicios de salud, sobre todo, entre aquellos colectivos más vulnerables, como son nuestros mayores. 

También se ha dado un aumento de determinados trastornos y alteraciones. De la mano de Vanesa Domínguez, una de nuestras psicólogas, vamos a hablaros de uno de los aspectos que más se han visto agravados ante esta situación: la depresión. 

La emoción normal y habitual denominada tristeza pasa a considerarse patológica cuando representa una interferencia en la vida del sujeto. Es aquí cuando se habla de depresión, diferenciada de la tristeza tanto en su duración como en su intensidad. 

Como sucede con otras alteraciones, sus síntomas son variados, aunque podemos encuadrarlos en diferentes categorías, como son:

  • Síntomas anímicos:
    • Tristeza manifestada en lloros, pesadumbre, abatimiento, e incluso cierta irritabilidad). 
  • Síntomas motivacionales y conductuales, entre los que destacan:
    • Apatía, anhedonia, indiferencia.
    • Abandono de placer ante las actividades habituales, como los estudios o el trabajo.
    • Dificultad en la toma de decisiones, incluso en cuestiones simples del día a día, como puede ser qué ropa ponerse para salir. 
    • Retardo psicomotor, como si se movieran a cámara lenta.
  • Síntomas cognitivos: adquieren una mayor importancia ya que se les ha considerado la causa de los trastornos depresivos:
    • Autoculpa, pérdida de autoestima, desesperanza. 
    • Triada cognitiva: visión negativa del mundo, de la propia persona y del futuro. 
    • Ideas se suicidio.
    • Enlentecimiento de la capacidad de pensamiento y en todos los procesos cognitivos. 
  • Síntomas físicos:
    • Fatiga, molestias.
    • Problemas de sueño y descanso.
    • Cambio de apetito. 
    • Disminución de la actividad física y el deseo sexual. 
  • Síntomas interpersonales:
    • Rechazo y pérdida de interés por los demás. 
    • Deterioro en las relaciones y aislamiento progresivo. 

¿Por qué nos centramos en la depresión en la tercera edad? Porque, por las características propias de la etapa en la que se encuentran, aparecen una serie de cambios de gran impacto emocional, de nuevo, en todo el desarrollo global de la persona: físicos, psíquicos y sociales. Y si a esto sumamos un estado de confinamiento que se prolonga ya demasiado en el tiempo, peor aún.

Causas que dan lugar a una vulnerabilidad acusada, como pueden ser el cambio de residencia a un centro específico para mayores, determinadas enfermedades, distanciamiento de hijos y nietos, fallecimiento de cónyuges o familiares y amigos, pérdida de la independencia (tanto a nivel físico, con la reducción de la movilidad para actividades de la vida diaria, como a nivel mental, con la aparición de enfermedades neurodegenerativas tipo alzheimer y otras demencias). 

En los ancianos, la depresión puede ser difícil de detectar ya que, a veces de manera errónea, interpretamos los síntomas que hemos señalado antes (tristeza, apatía, falta de energía…) como parte del proceso normal del envejecimiento o debido a sus enfermedades físicas. Ante cualquier duda, mejor acudir a un especialista que realice una evaluación apropiada y, por supuesto, comenzar con un tratamiento que ayude a modificar los síntomas descritos. 

Sin duda, al detectar algunos de estos síntomas, es fundamental acudir al médico lo antes posible con el objetivo de contar con una detección precoz y un tratamiento psicológico y farmacológico que posibilite una mejora en el pronóstico de la depresión.

Desde el ámbito terapéutico, ¿qué tenemos que abordar? Todos aquellos ámbitos que permitan un abordaje integral, y que podemos desglosar en sesiones centradas en: 

  • Ámbito cognitivo, como creencias de tipo irracional (“Estoy en el final de mi vida y ya no sirvo para nada”), atención selectiva sobre acontecimientos negativos y autocrítica (“Siempre me pasan cosas malas porque nunca hago nada bien”).
  • Ámbito comportamental, como el aislamiento, la pasividad, la escasez de situaciones que provocan gratificación, la confrontación deficitaria ante los problemas. 
  • Ámbito socioafectivo, como las respuestas emocionales que puedan verse involucradas en esta situación, con frecuencia la ansiedad, la culpabilidad, la vergüenza o incluso la ira. 

Y, ¿cómo lo podemos hacer? Comenzando con la mejora del estado de ánimo y de la actividad. Es importante potenciar emociones positivas, como puede ser planificar una excursión con la familia al lugar que él o ella elijan, introducir de manera gradual actividades en la vida cotidiana que le produzcan bienestar… 

Llegados a este punto, intentar ir modificando pensamientos distorsionados y creencias irracionales, que estén haciendo que perciba su situación de manera confusa y no real. 

En Albizia nos centramos ofrecer herramientas y recursos a las personas mayores para que sean ellas mismas quienes vayan adquiriendo su bienestar personal, y acompañamos también a quienes se encargan de su cuidado.

Para la elaboración de esta entrada nos hemos basado sobre todo en nuestra experiencia profesional y personal (lo que daría yo por tener a mi lado a mi abuelo, aunque fueran cinco minutitos de nada, y que me hablara de su malestar ahora que no soy niña). Pero también hemos leído artículos y consultado la siguiente bibliografía:

  •  Sevilla, J. y Pastor C. (1996). Tratamiento psicológico de la depresión. Valencia: Centro de terapia de conducta.
  • Vallejo, M.A. (1998). Depresión. En M.A. Vallejo (ed) Manual de terapia de conducta (Vol I) (p 471-526). Madrid: Ed. Dykinson.
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