Hoy, y desde 1964, para conmemorar la muerte de Gandhi, se celebra el 30 de enero el Día Escolar de la No Violencia y la Paz, reconocido por la UNESCO en 1993.
En esta fecha se recuerda la necesidad de la educación para la tolerancia, la solidaridad, el respeto a los Derechos Humanos, la no violencia y la paz.
Mucho se habla de prevenir la violencia entre los más jóvenes y de lograr la paz en el mundo, pero ¿qué necesitamos para que esto sea posible? ¿qué aspectos debemos tener en cuenta las familias y los educadores para lograr que los niños que criamos y educamos no sean violentos?
Actualmente, vemos en los medios de comunicación como las guerras y la violencia son parte de nuestro día a día. Hechos como el bullying o el ciberacoso se hacen cada vez más visibles en nuestra sociedad. El proceso educativo supone dotar a los niños y jóvenes de herramientas que les sirvan para poder ser autónomos y gestionar sus vidas de forma responsable y positiva para ellos y para el resto.
Una de estas herramientas son las habilidades socioemocionales. A través de ellas podemos aprender a identificar, comprender y gestionar las emociones, establecer metas positivas en la vida y tomar decisiones responsables, sentir empatía hacia los demás, comunicarnos de forma asertiva y establecer con los demás relaciones positivas, logrando el bienestar.
Podemos pensar en las habilidades socioemocionales como una serie de estrategias eficaces para reducir las conductas de riesgo en niños y jóvenes, así como para erradicar la violencia en las aulas, logrando que sean ellos mismos los que se sientan implicados en favorecer las buenas relaciones entre todos los compañeros, con el profesorado y el resto de la comunidad educativa, y consiguiendo que tomen decisiones responsables y resuelvan los conflictos de forma asertiva.
Educar las habilidades socioemocionales de los niños y adolescentes supone promover el éxito académico, personal y profesional, ya que les estamos dotando de recursos que pueden utilizar a corto, medio y largo plazo en sus vidas.
Tanto en casa como en la escuela podemos favorecer que los niños desarrollen estas habilidades desde muy pequeños, promoviendo en ambos contextos el desarrollo de su autoconciencia, de la autorregulación de sus emociones, pensamientos y conductas, actitudes de postergación de la gratificación y de tolerancia a la frustración, favoreciendo la perseverancia y la motivación hacia el logro, así como de conciencia social y de buenas relaciones con los demás, logrando con todo ello la toma de decisiones responsables a través de un pensamiento crítico y el análisis de consecuencias.
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