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Disciplina positiva en el aula

23/11/2021

Si eres profe seguro que has oído hablar de disciplina positiva. A grandes rasgos, supone asumir un cambio sobre el concepto que tenemos de las relaciones que surgen en el entorno escolar. Es dejar a un lado viejos patrones y clichés que se han perpetuado en la escuela durante generaciones y que han impedido que, en gran parte de la población, la experiencia escolar no sea un factor de crecimiento personal emocionalmente positivo, sino que en muchos casos, ha generado vivencias de angustia, malestar, competitividad y sumisión. 

Para poder hablar de este paradigma, primero es importante aclarar ¿qué NO es disciplina positiva?

  • No es dar refuerzo positivo para que nuestro alumno haga lo que le ordenamos. 
  • No es un método educativo ni una técnica para corregir a los alumnos. 
  • No es el maestro enseña y los alumnos aprenden. 
  • No es dejar que los niños hagan lo que quieran.
  • No es yo pongo las normas porque soy el adulto y los niños me obedecen. 

En Albizia, nos gusta acunarlo como pedagogía positiva y buenos tratos, ya no sólo en el contexto académico, sino para la vida.

Un paradigma que conlleva un cambio de mentalidad como docente y educador/a, y que invita a hacer una revisión de tus propias creencias limitantes, vivencias y patrones inconscientes que fueron creados en tu propia infancia. 

Una de las claves más importantes dentro de este paradigma es que es necesario que tu profesión la vivas en constante proceso de aprendizaje, donde tu alumnado pasa a ser tu maestro. También, que tengas en cuenta el enfoque sistémico de la pedagogía, que nos lleva a entender que las personas no somos entes aislados sino que nos desarrollamos en diferentes contextos (familia,  escuela, grupo de iguales…), que hay que tener en cuenta para aprender a generar procesos de cambio y mejorar la experiencia vital. 

Por ello, el escenario escolar necesita ser enfocado como un “Entorno Positivo”, que supone:

  • Que tanto el centro escolar como tu aula sean espacios de seguridad donde se generen vínculos seguros entre todas las personas. 
  • Que el espacio de clase parta de trabajar desde la inteligencia emocional y se fomente la automotivación, con el objetivo de alcanzar logros más que resultados basados en una nota concreta. 
  • Que se generen posibilidades de empatía y de resolución asertiva de conflictos, lo que supone que la cohesión social esté presente, y que la equidad y la capacidad inclusiva del sistema sean elementos para potenciar un modelo de educación comprensiva que atienda la individualidad de cada alumno y alumna.  

Y, dicho todo esto, sabemos lo que estás pensando: ¿cómo lo llevo a la práctica?

El modelo que te proponemos supone tener en cuenta las necesidades emocionales de tus alumnos, en concreto, dos aspectos de suma importancia: la conexión emocional que necesitamos tener con los demás, y la sensación de pertenencia al grupo. 

La disciplina positiva nos da la posibilidad de plantearnos qué hacer ante las situaciones más complicadas (por ejemplo, ante actitudes disruptivas o cuando un alumno tiene un comportamiento inadecuado en clase). Tu gestión emocional es clave: saber que no puedes perder los papeles y dejar a un lado la idea de que tu alumno te está provocando o desafiando. Como figura de referencia y apego debes contar con una gran capacidad de autorregulación y comprender que bajo ese comportamiento hay un mensaje oculto (la metáfora del iceberg) que tú como docente debes aprender a descifrar. 

Además, nos permite averiguar bajo qué meta errada del comportamiento (meta de atención excesiva, meta de poder errado, meta de venganza o la de indefensión aprendida) está tu alumno cuando te muestra esa actitud negativa. Según Dreikurs, uno de los padres de la teoría que fundamenta la disciplina positiva, la motivación de cada niño o cada niña se basa en la creencia errónea de cómo esperan lograr un sentido de pertenencia e importancia en su entorno. Para saber cuál es la meta que motiva su comportamiento, solo tenemos que mirar las consecuencias; es decir, qué provoca en nosotros y en ellos mismos (qué consigue con ese comportamiento).

En este sentido, este enfoque te otorga las herramientas para conectar con el alumnado que más retos te plantea y acompañarle con la estrategia más eficaz, para que sea capaz de reconducir su propia actitud, sin culpa, sin castigos, sino a través de la reflexión y del ejercicio de autorresposabilidad. 

Para poder comenzar a integrar la disciplina positiva en tu práctica docente, te planteamos algunos de los recursos que facilita una de sus mayores referentes,  Jane Nelsen, en función de cada meta errada:

  • Cuando la meta errada de tu alumno/a sea atención excesiva, la estrategia sería involucrarle en una actividad útil dónde le demos el mensaje de “te amo, por eso dedico un tiempo importante contigo”. 
  • Cuando la meta sea poder, evita pelear o rendirte, y muéstrate firme pero amable, poniendo a su alcance opciones razonables y limitadas para que pueda elegir sin lucha de poder.
  • Si la meta es la de venganza, trata de abordar los sentimientos de resentimiento y dolor. Evita los castigos y enfócate en la solución de problemas, involucrando al menor, e incrementando su sentido de pertenencia.
  • Por último, si la meta es la insuficiencia o indefensión, trata de alentar su independencia a través de pequeñas tareas que progresivamente aumenten su dificultad; evita también la sobreprotección que, lejos de ayudar, lastima y vulnera su autoestima.

Para ir concluyendo,  queremos hacer hincapié en el equilibrio entre la amabilidad y la firmeza para que tu papel como docente positivo sea posible. La amabilidad es importante por el sólo hecho de mostrar respeto por nuestro alumnado. La firmeza es esencial por incidir en el respeto hacia nosotros mismos y, porque la situación escolar en sí misma así lo exige de cara a que el proceso de aprendizaje sea significativo, posible y real. 

Además, es imprescindible tener en cuenta la individualidad de cada una y cada uno, potenciando una autoestima ajustada a la realidad y un autoconcepto sano, ofreciendo un mensaje claro a cada uno de ellos (“me importas!”).

Por último, y siendo conscientes de que este artículo sirve como un acercamiento a esta disciplina, os proponemos varias técnicas para aplicar en el aula:

  • Tiempo fuera «positivo».Es una técnica de modificación de actitudes negativas que consiste en acompañar al niño a un tiempo de reflexión para que se serene.Podemos sentarnos con él o, al menos, mantenernos cerca, y promover un espacio donde se sienta escuchado y donde se validan sus emociones. Lo haremos inmediatamente después de que aparezca la actitud indeseable.
  • Técnica de “reencuadre”. Consiste en intervenir cuando una alumna o alumno toma una actitud inadecuada en el aula, dándole una interpretación diferente a su comportamiento mediante tareas atractivas que permitan que enfoque su atención, que se encuentra dispersa en algo funcional para la clase.
  • Técnica del sándwich. Ofrecer al menor una auténtica retroalimentación, elogiando una conducta, actitud o cualidad. Hacer una petición del cambio de comportamiento y, por último, un mensaje positivo que lo motive a mejorar.

En este artículo hemos querido dejar una aproximación teórica y algunos tips prácticos de la disciplina positiva en un contexto de aula. Si quieres aplicarlo de manera más concreta, no dudes en solicitar nuestro asesoramiento o cursa la cápsula formativa de nuestra formación en blíster de Disciplina positiva en el aula.

Ana Belén León. Psicopedagoga de Albizia. 

Miriam Fernández Rodriguez. Pedagoga y directora de Albizia.

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