Cada 8 de marzo, son numerosos los países que celebran el Día Internacional de la Mujer, en memoria de la gran protesta celebrada ese día en 1857 por las trabajadoras de la industria textil de Nueva York, que perdieron su vida reclamando algo tan básico y prioritario como mejoras en las condiciones de trabajo.
Esta fecha fue adoptada por las Naciones Unidas como el Día Internacional de los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. En la actualidad, sin embargo, con más frecuencia de la deseada, se frivoliza con esta fecha, convirtiéndose en algo comercial y de felicitación casi similar a un cumpleaños o el día de la madre.
Desde Albizia, queremos hacer visible el 8 de marzo para reivindicar la igualdad de derechos, reflexionar acerca de los avances logrados, analizar el papel de la mujer en cada país, exigir que se cumplan los compromisos en materia de derechos humanos y, en definitiva, resaltar la figura femenina en la sociedad.
Y, de una manera muy especial, destacar el papel de las ABUELAS en nuestro día a día. Gracias a ellas y a la solidaridad intergeneracional que establecen dentro del sistema de red sociofamiliar, tanto de manera económica como asistencial, las relaciones entre abuelos y nietos son más dinámicas y activas que nunca.
En numerosas ocasiones, la falta de recursos para conciliar la vida laboral y familiar convierte a los abuelos en pilares fundamentales frente a la crisis económica. Estudios recientes muestran como las labores asistenciales en niños menores de tres años recaen, en el 82% de los casos, en la madre; en el 7´5% en la abuela; y en el 4´8% en el padre.
Actualmente, y en un acusado aumento, las pensiones de nuestros jubilados suponen el único ingreso disponible en numerosos hogares españoles. Cabe destacar que el 75´7% de los mayores que han proporcionado algún tipo de ayuda económica han tenido como receptores a sus hijos. Esto trae consigo un significativo deterioro del Estado de Bienestar que, no olvidemos, debe estar velado por las instituciones oportunas.
Los abuelos de nuestros días se encuentran, por tanto, a medio camino entre el disfrute que les conlleva el poder pasar tiempo con sus nietos, y la preocupación por una excesiva responsabilidad en sus cuidados.
Por otra parte, las diferencias de género que se han asignado histórica y culturalmente a las mujeres en sus funciones en el ámbito doméstico, confieren una clara feminización de este rol en el cuidado familiar en su conjunto, incluido el de los nietos. Los hombres únicamente asumen este rol cuando no está disponible un miembro femenino en la familia; a él le corresponden funciones más ociosas y de disfrute.
Y aquí es donde corremos el peligro de transformar este ámbito, a priori lúdico y enriquecedor, en una situación de abuso y malos tratos hacia las mujeres. Según la Organización Mundial de la Salud, el Síndrome de la abuela esclava es una enfermedad grave que afecta a mujeres maduras sometidas a una sobrecarga física y emocional, y que da lugar a graves y progresivos desequilibrios, tanto somáticos como psicológicos.
Se trata de una problemática difícil de diagnosticar, principalmente, ante la negativa por parte de este colectivo a reconocer estar sometida, aunque sí llegan a asumir el exceso de responsabilidades. Y, además, porque los familiares suelen considerar como culpable a la abuela, que se niega a delegar o que, con la vejez, se encuentra más cansada y menos vital.
Son numerosos los expertos que aseguran que están siendo víctimas de un maltrato institucional por parte de las familias y, sobre todo, de las instituciones pertinentes, que no son capaces de ofrecer la ayuda necesaria para garantizar el bienestar de la población a través de las políticas sociales precisas.
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros? Sin centrarnos en el reparto equitativo de responsabilidades familiares y tareas domésticas que, sin duda, fomentaría la igualdad entre hombres y mujeres, tomar conciencia de que el Síndrome de la abuela esclava existe. Permitir que se expresen de una manera emocionalmente sana, que sean capaces de reconocer sus límites físicos y psicológicos, que no teman a decir que “no” ante la demanda familiar y, sobre todo, que valoremos su condición de ser persona y MUJER.
Y, fundamentalmente, que nos aprovechemos de todas las ventajas que nos brindan las actividades intergeneracionales. Gracias a su desarrollo podemos, entre otros aspectos, fomentar la mejora de su autoestima, incrementar su vitalidad y sensación de sentirse útiles, y disminuir el sentimiento de soledad y aislamiento. (Artículo aparte merecen los múltiples beneficios que aportan a niños y jóvenes).
Respetemos la oportunidad de que sigan aprendiendo los unos de los otros y construyamos una sociedad para todas las edades, en la que todos, independientemente del ciclo vital en el que nos encontremos, podamos convivir en situación de igualdad y colaborar para el bienestar mutuo.
“En la juventud aprendemos; en la vejez entendemos”
(Marie Von Ebner Eschenbach)
Algunas fuentes consultadas para la elaboración de este artículo:
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